«Refrany; Acabada la Quaresma, acabat l’abaetxo» Terminada la Quaresma, terminado el bacalao.
Mi suegra se llamaba Nieves y por desgracia, no pude pasar con ella mucho tiempo, ya que tristemente falleció joven, cuando yo era casi recién casada y vivíamos fuera, con nuestro hijo recien nacido.
Pocas son las recetas que pudo darme, aunque muchas las saqué por recuerdos de mi marido haciendo, y deshaciendo recetas, poniendo y quitando ingredientes hasta que daba con el punto exacto de cómo recordaba, que sabían las de su madre.
De mi querida suegra, he hablado muy poquito en el blog, a mi marido se le hacía muy cuesta arriba recordar a sus padres, que se fueron jóvenes y con ocho meses de diferencia, hoy, quisiera hacer un pequeño homenaje a mi querida y discreta suegra, una enorme MUJER, en todos los sentidos de la palabra, una luchadora y trabajadora del mundo rural. Que grandes nuestras mujeres rurales, cuando no había nevera, ni lavadora… ni tantos adelantos que tenemos hoy día. Ellas si eran graaandes chefs, que sin presupuesto ni medios, alimentaban a sus familias con cuatro cosas de la alacena y el huerto, que satisfacían los estómagos realizando verdaderas delicias,
que amasaban el pan para la semana, lavaban en los lavaderos o el río, cuidaban de los numerosos muchichos, se encargaban de coser, remendar y tejer la ropa, haciendo incluso su propia lana, de sus ovejas, en ejercer de comadronas y médicos unas y otras,
y todo ello encontrando tiempo, en colaborar con sus maridos, en el trabajo del campo y cuidado del ganado, porque no había mas remedio que trabajar y trabajar, para sobrevivir.
Nieves, tenía un precioso pelo rojo natural y la cara poblada de pecas. Curiosamente sólo uno de su nietos, ha heredado esas características, era muy alta, (varios nietos y algún bisnieto, si son así) y según contaba, su padre, el abuelo Timoteo era altísimo, grande de tamaño, y grande como ser humano, y muy conocido en la sierra.
Mi querida suegra, era una mujer de sonrisa tímida y parca en muestras de cariño, cómo casi todos los aragoneses, pero con un corazón que no le cabía en el pecho, acostumbrada a pasar mil calamidades en el día a día, para sacar adelante los suyos, junto a su marido.
Tenía unas increíbles manos para la cocina, que tuve la suerte de disfrutar, cuando mi marido se marchó a León a hacer el servicio militar. Para encontrarme mas cerca de él, y cuando era tan difícil hacer llamadas telefónicas, ya que tardaban todo un domingo en hacer colas, con el fin de que pudiéramos aprovechar esas llamadas, tanto sus padres, como yo, era un ritual dominguero, ir a pasear con mis padres y hermanos primero, y a media mañana, mi padre, con el 600, me acercaba a Monteolivete.
Allí comía con mis suegros y algún cuñado y su familia, algunas veces. Tras la comida, y recoger la mesa y cocina, llegaba el momento de la sobremesa, y mientras bordaba un par de manteles con sus correspondientes servilletas, que aun conservo, entre charlas, y café, sonaba aquel teléfono verde colgado en la pared y era la tan ansiada llamada de mi novio, hablaba con sus padres, primero, y luego unos minutos conmigo. A media tarde, mi padre venía a recogerme, y nos íbamos a casa de mi tía Conxeta a merendar y la partida de carta de los mayores, o me acercaba yo a casa, cogiendo dos autobuses antes de que se hiciera de noche, yo era muy jovencita, casi una niña, y corrían otros tiempos. Durante esos domingos de año y medio, aprendí a a querer y conocer a mis suegros, compartimos confidencias, cariño, historias, discusiones (siempre de buen talante, y mejor final, por supuesto) y algunas recetas, pero otras… se quedaron sin saber de su boca…
Y ésta es una de ellas, las patatas con bacalao y huevo de mi suegra y que a mi marido le encantaban, bueno, a mi marido y a cualquiera que las prueba porque es un guiso delicioso, éstas son para dos raciones, la receta la tenía pendiente, como tantas y tantas, y hoy 5 de Mayo del 2020, la quiero publicar en honor a mi querida suegra, Nieves, a quien echo mucho de menos, aunque viví pocos años con ellos, fueron intensos en tiempo.
Se trata de un plato que se hacía mucho en los fogones de casa de mi marido, un plato típico de la sierra de Albarracín, donde era muy complicado consumir pescado fresco y los platos de cuchara, eran muy necesarios para combatir el frío. Estas patatas, son otra joya de la gastronomía de la Comarca de Sierra de Albarracín, las patatas aragonesas son especiales, (también son conocidas como «patatas agrias»), en textura y en sabor, ese sabor que da la tierra aragonesa.
Esta receta se quedó sin publicar hace tres años y tres meses, y fue el último plato, que pude cocinarle a mi marido, cuando me he hecho el ánimo de publicarlo, faltaba la foto de los ingredientes. Estos días de confinamiento, soñaba con hacer esta receta, para publicarla por fin, en recuerdo de mis suegros y mi marido. Será la primera ve que prepare este plato para mi sola.
Me ha sido difícil encontrar quien me pudiera enviar comida, no estoy pasando hambre… pero si me es imposible conseguir muchísimos productos de alimentación, y aunque me hubiera gustado compartirla en semana santa, me ha sido imposible, al final he podido conseguir algunos ingredientes (aunque no son los que tocan, ya os lo explico mas abajo) y aquí está la receta, una receta MUY especial para mi, en memoria de los tres…
Necesitaremos para dos;
- Cuatro trozos hermosos de bacalao desalado
- Harina
- Un tomate maduro
- Una cebolleta
- Medio pimiento rojo
- Medio pimiento verde
- Dos huevos de granja
- Aceite de oliva
- Un diente de ajo
- Medio vasito de vino blanco
- Fondo de pescado
- Un poquito de pimentón de la Vera
- Azafrán natural, tostado y molido
- Perejil fresco
- Sal y pimienta
Esos son los ingredientes que pongo habitualmente, pero debido al confinamiento, el bacalao que he conseguido es congelado, y hace casi tres meses que no veo a mi hijo y nietas y no tengo huevos de casa, de los que ellos crían al sol y sacan a pasear por el monte y la hierba. Pero os pongo el paso a paso de como lo tenéis que hacer con el bacalao salado, que es como toca.
También tengo que deciros que dudo mucho que mi suegra, pusiera ningún fondo de pescado, ya que en el pueblo y en aquellos tiempos, era imposible conseguir pescado, de hecho el consumo de bacalao salado era para suplir la falta del mismo, al igual que el vino blanco… no creo que lo tuvieran muy a mano, el tinto si, pero el blanco, no. De todas formas, yo lo añado de siempre al plato y a mi marido le encantaba así y decía que era muy muy parecido al de su madre, por tanto, siempre, lo cociné igual, exactamente igual que os digo.
Momentos antes de servir, iremos echando los huevos que tendremos a temperatura ambiente, uno a uno, para que no se rompan. Los dejaremos al fuego, hasta que veamos que queda escaldados, con la yema líquida y la clara blanca. Si tenemos perejil fresco, podemos espolvorear con un poquito de perejil fresco picado.
Llega el momento de emplatar, con mucho cuidado que no se rompan los huevos.
Se sirve muy caliente y con una buena hogaza de pan a mano.
Este es otro de los platos que no esperan al comensal
el comensal ya ha de estar listo, esperando al plato
para disfrutar de una excelente tradicional y sana comida. «A la taula i… BON PROFIT»!!!!!
Espero que disfrutéis de esta receta, compartida con vosotros… tres años y tres meses después, la única foto actual es la de los ingredientes.
Si te gusta ésta entrada, podrías compartirla, así mucha gente podrá disfrutar de esta receta.Gracias por hacerlo.Espero tus comentarios que para mi son MUY importantes y recuerda que también estoy en Facebook https://www.facebook.com/El-calaixet-de-la-iaia-533062140099386/